LOS BUEYES DE GERIÓN
Gerión era hijo de Crisaor y Calírroe. Tenía tres cabezas, seis brazos y tres cuerpos unidos por la cintura, además se le consideraba el hombre más fuerte del mundo. Poseía en la isla de Eritía, sobre la que se asienta hoy la ciudad de Cádiz, una manada de ganado vacuno rojo pastoreado por un hijo de Ares llamado Euritión y por el perro bicéfalo Ortro, hijo de Tifón y Equidna.
Heracles en este trabajo debía robar los bueyes de Gerión.
Para llegar a la isla de Eritía obligó a Helios, amenazándole con sus flechas, a que le prestara la copa con la que el dios se trasladaba cada noche de Occidente a Oriente.
Una vez en tierra, abatió primero a Ortro y después a Euritión con sus flechas.
Menetes, pastor que guardaba los rebaños de Hades, presenció la reyerta y avisó a Gerión de lo acontecido.
Éste también cayó bajo las flechas del héroe.
Heracles se embarcó de nuevo en la copa, esta vez con los bueyes.
Durante este viaje, Heracles realizó numerosas hazañas.
Construyó las famosas columnas de Hércules, situadas una en el Peñón de Gibraltar y otra en el de Ceuta, donde grabó la leyenda NON PLVS VLTRA, pues no había tierra más allá de ellas. En la actualidad, el escudo nacional de España lleva la leyenda PLVS VLTRA, ya que después del descubrimiento de América la Península Ibérica no era el final del mundo conocido.
Luchó con Monstruos. Fue asaltado por bandidos. En Ligurgia, capitaneados por Ligis, fue atacado por tal número de indígenas que se quedó sin flechas, Zeus para ayudarle hizo caer una lluvia de piedras.
También en Ligurgia tuvo que enfrentarse con los bandidos Alebión y Dércino,
que intentaron en vano robarle la manada.
En Regio, uno de los bueyes huyó y llegó al país de los élimos, donde el rey Érix intentó quedarse con el animal, murió a manos de Heracles mientras Hefesto le cuidaba el resto de la manada. Ya en la ribera helénica, Hera envió unos tábanos que atacaron a los bueyes, que, enfurecidos, se dispersaron por los montes tracios. El héroe se dispuso a buscarlos, mientras lo hacía se topó con el río Estrimón que estorbó su camino, por lo que llenó el cauce del río de piedras.
A pesar de su empeño, sólo pudo recuperar parte de los animales.
Al llegar a Micenas, Euristeo sacrificó lo que quedaba de la manada en honor a Hera.
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